11-03-2017
Bastó con cruzar la puerta del hotel Teomar, lugar donde Julio y Virginia pasan sus vacaciones, para ver a dos seres radiantes, con esa energía que sólo te puede dar estar de vacaciones en el lugar que elegiste y volvés a elegir año tras año.
Ellos se conocieron hace 50 años en un corso de Buenos Aires, “nos encontramos en un carnaval y no nos separamos más” nos dice Virginia, una mujer que trasmite amor y pasión en cada recuerdo.
Julio y Virginia son de esos turistas a la antigua, aquellos que podían tomarse largos periodos de vacaciones “Nosotros venimos en Diciembre y nos vamos a fines de marzo” cuenta Julio.
Inmediatamente, Julio activa un mecanismo emocional ante cada relato, el recuerdo se apodera de sus anécdotas, se adueña de la historia y esa sensibilidad especial que tienen aquellos que verdaderamente aman lo que hacen, lo viven, lejos de la contemplación, se introducen de lleno al paisaje, son parte del mismo “La primera vez que vinimos, fuimos a un hotel en Gesell, el Bella Vista, atrás de Cotel, recuerdo que caímos ahí porque el dueño del hotel tenía una marroquinería en la Calle Corrientes al 400 (buenos Aires), estábamos en su local comprando algo y él nos mostró las fotos de Gesell, nos gustó y vinimos.”
El tiempo y la mano del hombre modifican muchas veces un lugar, sin embargo Julio y Virginia saben que la esencia del ADN de Gesell es inalterable, porque está asociada al sentimiento que crece como raíz y se fija al suelo, es por eso que Virginia expresa que “hay muchas cosas distintas en Gesell a cuando vinimos la primera vez, obviamente, pero amo a Villa gesell, acá hay gente que me quiere y yo también la quiero y por supuesto amo a este hotel” haciendo referencia al Teomar, ubicado en 4 y 104 “a este hotel lo vimos nacer y crecer” señala Virginia y agrega emocionada “se me pone la piel de gallina, mirá”.
Julio juega con la línea de tiempo, vuelve al inicio para trasladarnos al presente, es por eso que mantiene intacta la memoria de cómo llegaron por primera vez al Hotel Teomar “Estábamos en Mar del Plata, vinimos a Gesell de paseo y justo vimos este hotel y entramos a averiguar, en aquel entonces había un hombre mayor de 80 años y cuando le dije que la idea era venir desde Diciembre hasta semana santa, el hombre abrió grande los ojos y nos hizo un muy buen precio, desde aquel día elegimos este lugar”.
Buscando el origen de las cosas para darle un sentido mayor y definido a los recuerdos, Julio cuenta como fueron los inicios del lugar que eligen para vacacionar “Acá estaba el hotel Colón, que tenía muchos socios, y el dueño del Teomar lo fue comprando poco a poco”. En el mismo sentido Julio y Virginia no mezquinan elogios que aparecen uno atrás de otro y le hacen honor al paraíso que fundo Don Carlos Gesell “Estamos enamorados de Gesell desde la primera vez que vinimos, las calles eran de tierra, andábamos con una linterna a la noche, siempre en zapatillas boyero, el micro Río paraba en la 105 y 3, nos gustó como era Gesell desde el principio”.
Como toda historia de amor, no todo es felicidad, sin embargo, Julio y Virginia aceptan y llevan como aprendizaje aquellos momentos que no resultaron tal cual lo esperaron, tal es el caso de cuando decidieron invertir en la ciudad, Julio cuenta que tenían una fábrica en Buenos Aires con un socio y querían tener otro negocio “a mi se me ocurrió invertir en algo en Villa Gesell, busqué la guía y envié cartas a más de 10 inmobiliarias, diciendo lo que queríamos. Pronto hubo una respuesta de Nicastro, que nos cuenta que había un hotel nuevo para vender“ según relata Julio, la posibilidad de venta surgía del fallecimiento del dueño y la decisión de su familia de venderlo, esta situación le daba al lugar la posibilidad de hacerlo renacer, sin embargo la realidad del país les jugó una mala pasada “queríamos hacer del hotel un lugar único, presentamos los planos y fueron 4 años para que lo aprueben, era la época de Menem y lamentablemente si bien la fábrica andaba bien, abrieron la importación y no podíamos competir con las fabricaciones chinas, es por eso que tuvimos que vender el hotel”.
Es frecuente que todo aquel que forjó un lanzo con este lugar y fue contemporáneo a Don Carlos Gesell, tenga guardada alguna anécdota con el fundador. Julio cuenta cómo conocieron a Don Carlos “Una vez se me ocurrió hacer un cordón con ladrillos para que la vereda no sea sólo de arena y compré panes de pasto, mientras lo estaba colocando escucho que un señor me dice: Está quedando lindo, la verdad lo felicito, ojalá todos hicieran esto. Me doy vuelta y era Carlos Gesell,yo le agradecí, era común igual verlo caminar por la ciudad.”
Como dice Julio, Gesell es el lugar donde “de noche lo van a lo van a arrullar los grillos y de día lo van a despertar los pájaros”, la mística del lugar se expande como el viento a través de la naturaleza desde su origen, eso es inalterable.
Tanto es así que Virginia aún hace yoga en el bosque y en la playa “me gusta la naturaleza,la paz de las vacaciones me fascina, pero yo viviría en Gesell para siempre”.
Por último es Virginia quien trasmite un mensaje que le da sentido a la relación que une a la pareja con su lugar en el mundo “Yo adoro a Villa Gesell, a mi que no me pregunten cómo está, porque para mi siempre está igual, la veo hermosa siempre” señala Virginia quien no puede evitar emocionarse ante cada recuerdo de ojos vidriosos.