11-02-2018
Fue en aquel rinconcito en medio del Pinar fundacional, donde se realizó la ceremonia y demostraron, que en la cultura andina la dualidad de género, es un complemento indispensable y vital para el universo mismo. El Sol y la Luna, el hombre y la mujer, están en una perspectiva horizontal donde no existen diferencias. En esta pequeña muesta, la igualdad de género se hizo sentir incluso, en el plano religioso y artístico. Algo que las sociedades actuales debemos aprender.
Los mallkus (él y ella) invocaron y desenterraron, como explicaron, el espíritu carnavalero. El trigo, la hoja de coca, el incienso, y las telas (awayos) tejidas a mano, representaron un escenario místico en analogía con los altares de allá en la cordillera. Luego, peregrinaron por Avenida Buenos Aires hasta llegar al Predio Carnavalero de Boulevard y Paseo 101. La música entonces arremetió en el escenario principal, y respetó la consigna de igualdad: Primero el Dúo Moreno con Hilda Graciela Watkins y Héctor Reinaldo Ifran; seguidos por el Dúo Wari y Kantuta de Javier Ríos y Mariel Camillo, cerrando con Elba Torres y Pedro Nolasco Cervantes. El final, en un gran potencial de energía y color, lo aportó la danza boliviano Tinku, que hizo vibrar las tablas y se robó el aplauso de una gran cantidad de público, que asistió a la previa del carnaval geselino.
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