Con el deseo de recuperar fragmentos de esos días, desde de la Dirección de Cultura, damos inicio a una serie de entrevistas a personas y colectivos escénicos que estuvieron allí presentes.

Uno de ellos es Pablo Portillo, quien subió al escenario natural el sábado con "El principio y yo" y el domingo, al montado en El Tinglado con Pinguiños en riesgo, donde narra la contaminación ambiental de las playas, para sembrar conciencia del cuidado de la flora y la fauna.

El amor por el teatro dice traerlo desde el origen. "Mi madre y mi padre se conocieron haciendo teatro. Juntos hicieron obras y recitales poéticos". En los últimos 20 años Pablo y su hija se suman a este proyecto de familia con tres generaciones de artistas itinerantes.

Sus inicios fueron con el grupo de teatro antropológico El Baldío, de El Palomar. Con ellos recorrió el norte argentino, Bolivia, la experiencia del arte en la calle, a la gorra, hasta llegar a las escuelas...

Los años y las escenas transcurrieron. Estudió psicología social y varias de sus herramientas le continuaron ayudando a abordar de manera sensible lo que llevaba a escena. Asomaron los títeres para contar historias a las infancias y otras temáticas sociales que lo convocaron a crear. "Siempre acompañado de otros artistas", aclara.

En Gesell hace funciones hace 10 años y hace cinco decidió instalarse, "muy arraigado en Mar Azul, y en articulación con Casa de la Cultura, y las direcciones de Turismo y Cultura", define.

Respecto a los proyectos presentes, Pablo sintetiza "me interesa seguir llevando temáticas sociales a las escuelas desde el humor, el clown y los títeres para que los contenidos lleguen de otra forma".

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