11-08-2015
Si hay una ciudad balnearia que ha definido crucialmente a Soda Stereo, esa fue Punta del Este, lugar en el que coincidieron Gustavo Cerati y Zeta Bosio treinta veranos atrás, cuando ambos fueron a hacer la temporada ’82, cada cual con su grupo, y terminaron apareados en una sociedad artística que comenzó a germinar a la vuelta de esa excursión estival por la zona más exclusiva de Uruguay. Pero lejos del glamour excluyente de la Avenida Gorlero y las playas Mansa y Brava, los músicos de una de las bandas fundamentales de la historia de rock en Latinoamérica guardarán para sí mismos los recuerdos de aquellas salvajes y experimentales aventuras por otra localidad turística que jamás olvidarán, aún a pesar de haber hecho casi mil quinientos shows en poco menos de cien ciudades de Europa y la vasta América. Estamos hablando de Villa Gesell, por supuesto.
“No era nuestro lugar habitual de veraneo, porque generalmente íbamos a Pinamar o a Ostende, pero nos cruzábamos a Gesell ya que tenía mucha movida para salir de noche y, por supuesto, fue una fija de nuestras giras de temporada alta con Soda por su gran cultura rockera”, ajusta el bajista Zeta Bosio, que ya había pisado un escenario geselino algunos años antes de hacerlo con el célebre trío. “Mi debut había sido con Melody, mi banda anterior, con la que recorríamos el país tocando en distintos lugares.
Fue a fines de los 70’ y principios de los 80’, y hacíamos los temas del momento, onda Charly García o Led Zeppelín. El ‘coverista’ tiene que tener también algo de DJ, porque en la selección de canciones hay que mostrar sensibilidad para tocar los temas que le gusten a la gente… ¡además de tener que sonar bien, por supuesto! El rock nacional de ese entonces era un fenómeno reducido a teatros y a ambientes exclusivos, más de elite, pero nosotros tocábamos mucho en discotecas y así fue como llegamos con Melody a Gesell”, dice.
Zeta Bosio y Gustavo Cerati ya se conocía de la Universidad del Salvador, donde ambos compartían algunas materias en la carrera de Publicidad. Aquel vínculo académico, aunque disperso, encontró sintonía fina en Punta del Este, coincidencia que los arrimó hacia un proyecto en común amasado durante todo ese 1982 junto al baterista Charly Alberti. Aunque ya a fines de ese año se mostraron en una fiesta privada, su debut oficial se produjo en julio 1983 en una discoteca. Con la producción de Federico Moura de Virus, el primer disco llegó en 1984 y llevó el mismo nombre del grupo. “Soda Stereo”, entonces, fue presentado por Capital Federal en los últimos meses de ese año con una intensa cantidad de shows entre los que se destacan dos presentaciones en los lagos de Palermo con Juan Alberto Badía como presentador y, tal como ya lo sugería el ABC de las bandas de esos tiempos, la inminencia del verano obligaba a la consabida gira por la Costa Atlántica, en donde Gesell ya asomaba como destino excluyente y preferencial.
“La agencia que nos manejaba los shows vendió veinte conciertos en veinte días, lo que implicaba llegar a cada ciudad, armar las cosas, subir a tocar, desarmar y volver a viajar, tareas que en esa época hacíamos casi exclusivamente nosotros sin la ayuda de asistentes ni de nadie. Nos subieron a un micro en Buenos Aires y terminamos destruidos”, recuerda Bosio. “Encima, esa vez, tuvimos problemas con el micro porque los equipos no pasaban por la puerta, así que viajamos todos apilados en una F-100 que conseguimos a último momento, algunos amontonados en la caja con los bafles. Improvisamos a las ocho de la mañana y llegamos sobre la hora”.
La primera escala de esa gira iniciática fue el 14 de enero en Cine Teatro Atlas (repitieron el 15 de febrero), donde tocaron entero su primer álbum y algunas versiones de “Nada Personal”, el segundo disco, que lanzaron en octubre de ese 1985 y que en la temporada siguiente los trajo nuevamente a Gesell en el marco de una gira de verano aún más extensa que también involucró presentaciones en otras provincias. “Picoteábamos en cada ciudad pero era muy lindo porque en verano nos salíamos un poco del libreto haciendo cosas que no pintaban durante el año. Era típico de nosotros teñirnos el pelo y hacernos cosas raras, como ese verano que aparecimos rubios los tres”, describe el bajista. En esa temporada de 1986 tocaron en una disco llamada Whim, experiencia de la que sobrevive una precaria grabación con los temas “Azulado”, “Trátame suavemente” y “Cuando pase el temblor”.
Conocidos por el particular esmero con el que atendían su imagen, el trío giraba de aquí para allá con sus toneladas de pinturas y maquillajes a cuestas. Un celo estético que, a veces, los privaba de disfrutar las bondades naturales que les ofrecían los lugares por los que transitaban. “Tratábamos de tocar un poco el mar porque nos gustaba, aunque estaba claro que tampoco íbamos de vacaciones”, apunta Zeta, aunque remata: “La playa era muy incómoda para nosotros, sobre todo en la época que nos maquillábamos y nos peinábamos con laca. ¡No era el lugar más feliz de los que podíamos visitar en nuestras giras por las costa!”.
“En nuestros primeros años, teníamos mucha actividad por la costa y Gesell era una fija. Había otros eventos, como el Rock in Bali, un festival muy groso que se hacía en Mar del Plata, entonces armábamos otros shows por la zona para aprovechar el viaje y poder tocar ante todo el público posible”, afirma el músico.“Normalmente, esas giras eran muy divertidas y en absoluto clima de distensión, porque eran las que más premios tenían y menos sacrificios demandaban en comparación a los tours por el extranjero, en donde teníamos que rompernos bastante y hacer un gran esfuerzo para adaptarnos, promocionarnos, hacer gustar lo nuestro y llevar adelante unas campañas de prensa agotadoras. Acá, en cambio, nos conocían y nos trataban de primera. Era un placer demoledor, pero placer al fin”.
A fines de 1986, Soda Stereo comienza a abrirse paso a un mercado hasta ese entonces virgen a partir de su primera gira por América Latina. Fue en coincidencia con la salida de “Signos”, el tercer disco del grupo y también el primero editado en formato Compact Disc de la historia del rock nacional. Colombia, Chile, Perú, Ecuador y México empiezan a aparecer entre los destinos más habituales del trío, que lentamente abandona sus recorridos por la Costa Atlántica a medida que su obra se convierte en un suceso masivo de escala continental que les permite, también, elevar sus standares de exigencias. “En nuestras primeras giras dormíamos todos juntos y apiñados, después de a dos, más adelante en habitaciones individuales, luego en suites y, al final, cada uno reclamaba un piso para sí mismo”, ejemplifica Zeta.
Sin pensarlo, 1989 fue la despedida de Gesell de los periplos que llevarían a Soda a seguir conquistando países hasta su separación formal, en 1997. Fue en el marco de una gira descomunal que arrojó más de 150 mil entradas vendidas al cabo de treinta shows a lo largo y a lo ancho del país, dos de ellos en ese verano. El primero de ellos fue el 13 de enero en el viejo Canódromo de Boulevard y Paseo 132, preludiado por una insólita interna en la comisión directiva de la institución que hizo peligrar la concreción del concierto. “Fue una presentación accidentada que se había postergado, algo que nos alteró bastante porque rara vez se suspendían nuestros shows”, rememora Zeta Bosio más de dos décadas después. “Por suerte, se hizo y fue muchísima gente, más de diez mil personas. Fue un conciertazo, muy arriba, al palo, y yo terminé muy excitado. Me acuerdo que me bajé del escenario cuando terminamos y me dieron un vaso gigante con el logo de Coca Cola. Estaba frío, lleno de hielo, y yo, muerto de calor, me lo mandé hasta la mitad. Resulta que era whisky, así que terminé re dado vuelta. ¡Todos se diviertieron mucho conmigo y fue uno de los pedos más felices de mi vida!”.
Casi como desquite, tres semanas después hicieron un show menos popular pero más prolijo en el Teatro Atlas, el mismo lugar donde habían tocado por vez primer en Gesell, completando una memorable faena eternizada en una grabación extraoficial que circula por Internet bajo el erróneo dato de haber sido grabada el 7 de febrero en la disco Whim, cuando en verdad fue un día antes y en la sala de Paseo 108 casi Avenida 3. Bosio certifica la legitimidad del material, explicando que “en esa época grabábamos mucho nuestros shows para escucharlos cada uno por separado y aprender algunos arreglos que luego estandarizábamos”. En la lista de 16 canciones figuran temas de los cuatro discos que hasta ese entonces acreditaba la banda (entre ellos “Doble Vida”, presentado oficialmente durante ese tour) y una breve zapada de dos minutos titulada “Un blues” que, sostienen los fanáticos más ortodoxos, jamás volvieron a ejecutar bajo ninguna otra circunstancia, como si hubiese significado el cierre de una década, una etapa, una era y una banda que jamás volverá a ser.